miércoles, noviembre 01, 2006

Siete mas una


A las 20.40h nos sentábamos en La Carte des Vins, otra vez en Iturrama 68.
Como viene siendo habitual en las ultimas fechas, nuestro cometido era disfrutar con el vino. La mejor manera que hay de relajarse, bueno, la segunda manera, antes de que alguien me corrija.
Sobre la mesa 7 botellas esperaban, descorchadas, que alguien descubriera sus virtudes, y, por que no, sus defectos.
Empezamos por un vino que por su relación calidad precio tendríamos que comprarlo como el pan o el periódico. Nos llegaba directamente del deposito donde ha estado durante el ultimo año y por esa razón le costo despertar un poquito.
Pero enseguida nos convenció y pasada una hora aún mantenía toda su frescura y potencia, a pesar de su juventud.
Hablo de Artazuri 2005, monovarietal navarro de garnacha.
Color precioso cereza con matices azul-violeta y un brillo natural. Capa media alta sin llegar a los extremos de su hermano mayor, el Santa Cruz de Artazu.
Increíble en nariz, gran intensidad aromática destacando frutas rojas y flores. Atractivo y muy agradable.
En boca se repite la armonía de la fruta y los apuntes florales. Tiene una acidez exquisita y la astringencia propia de la juventud. Tiene largura y promete entusiasmo.
Para continuar probamos tres botellas de una misma casa, de la bodega Iturbide SL de Peralta. En las tres la marca Novem.
El primer vino un maceración carbónica de 2005, elaborado con tempranillo. Nos sorprendió en nariz con una concentradísima mermelada de fresas o frutas rojas y un aroma floral rozando el perfume o colonia. Después un cabernet sauvignon de 2004 con tres meses de barrica donde predominaba el pimiento rojo asado. Y por último otro cabernet sauvignon de 2004 pero con seis meses de barrica, donde también se marcaba en exceso la variedad francesa pero aparecían apuntes balsámicos y tostados correctos. Los tres vinos son ligeros, de capa y cuerpo medio pero que atendiendo a su precio no se les puede exigir ninguna otra acrobacia.
Damos un cambio radical y nos trasladamos a Galicia, a la Ribeira Sacra. Probamos un mencía del 2004 con la marca Vía Romana.
A la vista no nos llama la atención, con capa media y tonos cereza. En nariz nos parece interesante, es intenso en aromas y destacan cítricos, con un matiz y una acidez inusual, aparecen también las fresas pero con recuerdos de medicamentos o farmacia. En boca es ligero, de paso fácil, con poco cuerpo y sin largura. Necesito otro contacto con este vino para resarcirme de mis apreciaciones.
De repente nos llega una bomba. Navarro para mas señas y de una producción tan escasa que solo probarlo te confiere exclusividad. Es un Sh de García Burgos, monovarietal de syrah, de la añada 2005.
A la vista es de capa muy alta, intenso, bonito y brillante. En nariz sigue desbordando intensidad y potencia. Muy aromático y atractivo. Afrutado pero paralelo a una madera fina y joven. Tostados, caramelos de café, vainillas y especias, casi pueden con las frutas, en este caso negras.
En boca mas de lo mismo, potente, con cuerpo, de paso fácil, sedoso pero con los taninos golpeando con fuerza, fruto de su prematuro descorche. Largura y persistencia. Vino que pulirá sus formas y se redondeara en botella, tiene estructura, es carnoso y amplio. Promete su longevidad.
Otro cambio drástico. El cerebro y las papilas siguen procesando el Sh y servimos en la copa un Barón de Chirel de añada sin determinar, 94 o 95. De Elciego de los Herederos del Marques del Riscal.
Nos avisan que el vino sufrió una congelación debido a una avería en la cava frigorífica, típico problema de muchas de las marcas del mercado, y casi todas sin servicio técnico.
De todas formas el vino tuvo que ser musculoso, atlético y descendiente de una buena familia, por que ni el paso del tiempo ni el frío intenso consiguieron derribarlo por completo.
A la vista si que se notaba una perdida de color anormal. No había tanta intensidad, capa media alta en un cereza con ribete teja, cualquier hermano lo hubiese tenido picota.
En nariz, después de airearse y perder aromas de reducción indeseables, comenzó a contar cosas interesantes. Sin ser muy intensas aparecían frutas maduras y licorosas. La madera bien compenetrada, ensamblada, nos indicaba su edad. En boca, de paso fácil, cuerpo medio, cierta elegancia y característica acidez. Largura pero sin excesos. Para disfrutarlo a pesar de sus penalidades.
Y como siempre que Luismi hace de anfitrión no podía faltar su detalle de infinita generosidad. Amante cautivo del vino francés se destapo con un Chateau Figeac 2003, sumando la octava botella a la reunión. Algo joven pero siempre bienvenido a satisfacer los paladares, todavía, poco duchos en este tipo de vinos.
Este chateau es un Premier Gran Cru Classe B de Saint-Emilion.
De color rojo cereza de capa media. En nariz sorprende su elegancia y su riqueza aromática. Como es habitual, a cada segundo te dice muchas cosas diferentes. Nunca te cansas de introducir la nariz, buscar y rebuscar, incluso con la copa vacía.
Aparecen cueros, tabaco, sotobosque -como dice Luismi-, hojas secas, flores y frutillos, aromas especiados y balsámicos.
En boca es seda, cuerpo medio. Gran equilibrio, fino, elegante. Tostados, algún láctico o yogurt, incluso. Es largo, amable y complejo.
Muy interesante, pero mucho más si hubiesen pasado algun añito más.
De todas formas el resumen es otra velada agradable, otros nuevos amigos y nuevos conocimientos.
¡Que bonito, que bonito!

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