martes, mayo 08, 2007

Michell Rolland y su vinos.



Hace unos días Ignacio González, extraordinario y apasionado sumiller del restaurante Alhambra, me dio pie para escribir un post dedicado a Michel Rolland.
No me voy a extender, aunque las reacciones de amor y odio que despierta este “enólogo volador” dan mucho juego, hasta el punto de aparecer en la película “Mondovino” y ser tildado de asesino del vino. Exagerado a todas luces.
Para contextualizar al individuo puedo decir que Michel Rolland, enólogo por Burdeos, empieza a asesorar empresas en el Pomerol, su hogar, cuando trabajando en el laboratorio de una bodega se da cuenta que su relación con los viticultores y pequeños propietarios de la zona conjuga amistad e interés por recibir ayuda para conseguir mejores uvas y mejores vinos.
A partir de ese momento descubre que su destino es “ayudar” a la gente apoyándose en sus conocimientos. Se embarca en su exitoso proyecto de vida y salta de su Francia natal a Estados Unidos, luego Australia, Argentina, Chile, Sudáfrica y España, entre otros. Hasta en la India dicen que hace buen vino. Habría que verlo, o catarlo mejor dicho.
El dice que no existe la moda en los vinos, pero el polígrafo opina que no dice la verdad. Sus vinos buscan la moda, el diseño enfocado al nuevo consumidor y tarde o temprano tendrá que adaptarlos a sus futuros compradores.
Se le acusa de intentar “globalizar” el mundo del vino, y en parte pienso que es cierto. Si llevásemos al absurdo la no remota posibilidad de que el señor Rolland controlara todas las bodegas de la tierra y todas las viñas, idea nada descabellada teniendo en cuenta los progresos en telecomunicaciones, móviles por ejemplo, y el transporte aéreo, incluso espacial, nos encontraríamos un panorama terrible, al igual que el pensamiento único: el vino clonado. La misma mano para todas las variedades y todos los terroir sin permitir la expresión de diferentes características ni permitir la entrada de nuevas corrientes de pensamiento vitivinícola. Solo el mercado influiría en las decisiones del enólogo. Que su vino no gusta lo cambia, pero no ofrecerá distintos vinos que es lo que concede riqueza al universo enológico.
En su defensa puedo escribir, pues lo dicen, que hace buenos vinos, modernos, potentes, con estructura y con fruta. Con muy buena boca y sin abusar de la madera. Pero me parece intuir en su filosofía que eso de la guarda no va con él, ya que opina que el vino debe estar para tomarlo ya, que es cuando se consume. Mira excesivamente al mercado para la creación de sus vinos y eso es lo que yo no apruebo.
Con el se pierde ese matiz sentimental y pasional que rodea a quien crea un vino. Lógicamente se debe mirar por el negocio, pero no debe ser el único fin.
Al vino como conjunto de infinitos factores hay que controlarlo pero también se le debe dejar expresarse, tener su alma. Si siempre hacemos vinos a la carta estaremos manipulando en exceso el fin último del vino. No habrá goce ni disfrute solo mercado, fijación de precios y hacer caja.
De todas formas antes creaba escuela aportando, cada día, “nuevas” técnicas que desde el laboratorio y desde la bodega influyeran en mejorar los vinos.
Ahora ha cambiado radicalmente, es lo que se lleva, y opina que el vino se empieza a elaborar desde el viñedo y se jacta de pasar mucho tiempo entre las cepas analizando y controlando las uvas, el agua, el terreno, los abonados, etc.
Y yo me pregunto, si actualmente controla 100 bodegas a lo largo y ancho de este mundo, en diferentes continentes y separadas por mares y océanos, ¿Cómo lo hace?
A simple vista calculo que pasa 3,65 días en cada una. Teniendo en cuenta los traslados, las cenas, las comidas, esas largas catas para elaborar el coupage y, sobre todo, el tiempo que le lleva firmar cada botella, quisiera que alguien me confirmara si alguna vez le han visto por las viñas. ¡Ah! Debe tener quien le haga el trabajo “sucio”.
Por lo que llego a la conclusión de que solo aparece por las bodegas con su varita mágica. Firma la cosecha y esa bodega mediocre que hacía buenos vinos a consta de trabajo y esfuerzo, de la noche a la mañana se convierte en una bodega con prestigio internacional y sus vinos se venden como churros después de que, su gran amigo, Robert Parker les regale más de 92 puntos. Eso si previa cata exhaustiva y palmadita en la espalda incluida.
Ahora chaval prepara tu billetera por que esto no lo hace de manera altruista. Contar con los servicios de Michel Rolland, mejor dicho, que su nombre se relacione con la bodega, cuesta dos riñones, el hígado y el corazón. Pero al menos sirve para que año a año se venda toda la producción a unos precios desorbitados y creando un falso placer en quienes se conforman con beber el vino por su etiqueta y por su status, no por su contenido.
Sus ardientes defensores hablan de la envidia que existe hacia su cuenta corriente, que de corriente debe tener poco.
Otros lo comparan con los grandes artistas diciendo que tiene su propio estilo y que deja su impronta en cada obra, sin crear clones. Por darle un mínimo de credibilidad artística y negándome en rotundo a comparar a Rolland con Cervantes o Velázquez, podría equipararlo a Andy Warhol. No por nada, pero es lo que me ha venido a la cabeza.
De artículos y entrevistas deduzco que Michel Rolland es un hombre con éxito, con demasiado poder en el negocio mundial del vino, bastante intolerante con los que hablan de él, como periodistas y críticos de vino, de carácter fuerte y un aprovechado del esfuerzo de los demás. Aunque también opino que no es parasitismo sino simbiosis, o mutualismo, incluso comensalismo, donde el señor Rolland necesita de muchas bodegas para crear su imperio enológico y a su vez esas bodegas necesitan del enólogo famoso para existir.
La Guarda de Navarra espera haber contribuido a conocer a este personaje famoso e influyente. Que cada cual saque sus conclusiones y si queréis me enviáis alguna de sus botellitas para catarlas y retractarme o reafirmarme en mis opiniones.
¡Michel Rolland for president!

2 comentarios:

Carlos Rodriguez dijo...

Amigo Guarda, muy clarificador el post y sí, creo que en el fondo guste o no guste su estilo o filosofia hay que reconocer que ha sabido moverse y que es un tipo inteligente, no?
Como dicen por ahí: que bien se lo monta.
Y sobre todo todo lo que hace se convierte en oro y crea polémica en si mismo, eso para el negocio es bueno, perdón para su negocio.
Saludos
Carlos

La Guarda de Navarra dijo...

En lo que dices ninguna duda. La miga es si es o no bueno para el vino. Excesos de poder, monopolios o si quieres oligopolios, intervencionismo y cosas similares las hay por doquier en todos los aspectos de la vida y así nos va. Crecen unos mucho mientras otros se arrastran observando los pelotazos del vecino. Luego todos viendo la facilidad de enriquecimiento olvidan el trabajo y el esfuerzo y se apuntan al dinero facil acabando como es de imaginar.
Saludos.