martes, mayo 22, 2007

Día no apto para soplagaitas y sinsustancias, que los hubo.


Como era el XXXIII Día del Gaitero Dulzainero en Laguardia, me fui con dos buenos amigos a soplar, la gaita.
Cientos de gaiteros desinflaban sus pulmones con potencia haciendo sonar la dulzaina, provocando en los que nos sentimos riojano alaveses la sensación de éxtasis infinito. No se puede explicar, hay que sentirlo. A otros en cambio les chirrían las melodías en el cerebro, tal vez prefieran instrumentos mas dulces, o menos de la tierra.
Gaita y atabal, una pareja perfecta que alcanza momentos inolvidables, desgarradores, cuando se combinan con una buena banda de música, ya sea de Elciego o de Laguardia.
Para abrir boca comenzamos nuestro alarde degustando un Luberri 2006, en Entreviñas y Olivos, tostadita con aceite y tomate Cherry para asentar. Buen vino que te desorienta con su peculiar afrutado, o mejor diría afrutamiento. Me gusta Luberri, solo esa nariz estropea mi opinión final, aunque no le niego la oreja por un trasteo inicial algo sui géneris. Fresco, sabroso y largo. La única pega el plátano, por lo inusual.
Las gaitas, mientras, reponiendo fuerzas en la calle con buenos alimentos y unos porrones (no son porros grandes) que no paraban de cambiar de manos, compartiendo vino, amistad y alegría.
Fíjate si estábamos a gusto entre gaiteros que incluso quisimos coincidir con ellos cenando en el restaurante Marixa, donde Asier nos permitió descorchar tres botellas de vino, que le había prometido presentar, situándonos en la parte del comedor que se conoce como El Mirador, donde las vistas de mi comarca son en dos palabras, im-presionantes.
¿A que te imaginas que botellas abrimos?
Pues no, no había Pujanza, ni Vallobera, listillo/a.
Laguardia no conocía estas bodegas y decidí apostar por un Albariño, Do Ferreiro 2006, un Montsant, Laurona 2002 y un Ribera, Ferratus 2003.
Excelentes compañeros para los platos que nos sirvieron. Pimientos, micuit, setas rellenas, almejas a la marinera, patitas de cordero, lubina y rape. De postre queso. Me niego a escribir los nombres concretos de cada plato, primero por que dejo a la maquina de escribir sin tinta y segundo por que no fui capaz de retenerlos en la memoria.
Perfecto maridaje donde Do Ferreiro jugó a encantarnos y nos transportó a un puerto marinero con su frescura y sus aromas. Amplitud y largura para regalar.
El Montsant puso la nota mediterránea sobre la mesa. Muy redondo para lo que acostumbra, calidez y finura.
Y el que cerraba la terna, Ferratus, decidió no ser menos y explotó todo su potencial. Color, intensidad aromática y una boca inolvidable.
Luego vinieron unos vinos de Sauternes y algún Armagnac, que templaron mi pulso para fulminar todos los palillos que me pusieron delante en un tirapichon. Conseguir dos perritos, que no eran pilotos, a los que sacamos a bailar en la verbena mientras refrescábamos la noche con algún que otro gintonic.
La Guarda de Navarra recomienda todo lo anterior. Los vinos, las gaitas, el maravilloso templo “Entreviñas y Olivos”, los gintonics y el restaurante Marixa.
¡De Laguardia al cielo, con permiso de Madrid!

No hay comentarios: