jueves, marzo 15, 2007

Sidrería La Runa y Finca Resalso 2005




El martes me invitaron a comer, quisieron sorprenderme y lo consiguieron.
Empiezo igual que el otro día para ver si se hace costumbre. “La vía esta mú joía y hay que aprovechala”
Aprovechando la presentación del Jardín de Lúculo 2005 a sus propietarios, nos quedamos a comer en la Sidrería La Runa Sagardotegia. Donde entre otros el pelotari Juan Martínez de Irujo celebra todas sus txapelas.
Cupelas rebosantes de sidra a merced de sedientos ejecutivos trajeados, personajes conocidos del barrio, parejas exóticas y trabajadores anónimos que deciden hacer un Kit Kat en su extenso y apretado horario laboral.
Merece la pena la experiencia y si no se tiene mucha prisa, que no es mi caso, terminar en la barra tomando un pausado gintonic galáctico con esa tónica nordic azul y ese vaso ancho repleto de hielos y aromatizado con corteza de limón. Lastima, eso me lo perdí.
De todas formas, continúo, recomiendo el local y el menú semanal, completo y elaborado. Aunque, me dicen, que la carta basada en la cocina tradicional navarra y de sidrería, con su menú más típico, tampoco tiene desperdicio.
Ya sabéis chuletones, solomillos, costillas de cordero (para mi chuletillas forever), bacalao, cogote de merluza, rapitos y demás familia. Todo para saciar el hambre de los más exigentes, para llenar las barrigas agradecidas y curtir el cuerpo de quienes queman muchas calorías diariamente.
Importante capitulo merecen los vinos donde sin ser una carta muy extensa podemos encontrar referencias conocidas a precio correcto. Una política clara de apuesta por el tipo de cliente que frecuenta el local, sin grandes pretensiones pero encontrándose variedad y buenos productos.
Nosotros nos decidimos por un Finca Resalso 2005, de las Bodegas Emilio Moro.
Un ribera de Duero de excelente relación calidad precio. Elaborado con la variedad tempranillo me recordó, en aromas, el perfil de algún gran rioja alavesa joven.
A la vista te atrae su color cereza intenso, brillante, con capa media. Ribete azul violáceo, síntoma de juventud.
En nariz me parece extraordinario, muy aromático, predominando la fruta madura, moras rojas y negras, frambuesas, incluso alguna fresilla. Algo de regaliz, matices florales y algún láctico que le daban complejidad. Finas notas avainilladas del roble francés, especias y un fondo mineral rubrican la clase de este vino.
En boca, y con la comida, nos deja gratamente sorprendidos. Frescura juvenil, taninos correctos, una largura considerable y recuerdos afrutados. Es amable, goloso y amplio.
Me parece un vino equilibrado que merece mi atención de aquí en adelante.
La Guarda de Navarra lo recomienda y felicita a La Runa por su selección para este tipo de cocina. ¡A seguir así!

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