Como sabéis tengo muchos defectos, pero también alguna que otra virtud. Al menos, eso me dicen.
Soy riojano y alavés, por nacimiento y convicciones, sin mediar plan educativo impuesto, ni grupo mediático pseudopúblico, ni presión insoportable alguna.
Soy navarro y pamplonés, por algo llevo media vida muy bien acogido, y por tanto agradecido.
Luego soy algo que no quiero ser y algo que soy, y que puedo, no lo debo reconocer.
Si tengo claro, y tinto, es que parte de mi sangre es vino. Parte de mi cuerpo es vino, excepto la que es agua. Hasta mi cerebro es vino, enoneuronas tengo, ¡que pasa!
Por mis venas no corren litros de alcohol, como en el rey del pollo frito, otrora Ramoncín. Por ellas corren, saltan, gravitan, flotan, nadan y vuelan, enocitos blancos y enóbulos rojos.
No necesito teñirme el pelo. No, no soy calvo, de mi cabeza salen pelos brillantes rubí intenso y alguna mecha de color amarillo pajizo. Cosas de los enogenes.
Salgo a trasegar a menudo. Sufro fermentaciones y maceraciones, sobre todo en verano. He pasado una larga crianza y me voy redondeando. Antes era más ácido que ahora. Me estoy dulcificando, por decirlo de forma fina y educada. Soy apto para La Guarda. Ya de joven prometía y me aconsejaron:
- Búscate una buena barrica francesa, de roble y excelente tostado, y en un par de años no se te resiste ni la Penélope Cruz (lo siento Pe, no conozco otra, eres mi musa como la mayonesa).
-¿Pero si no bebe?
- Pues por eso.
No hace falta pillarse un ciego para darse cuenta de que hice oídos sordos, me enrolé en la coca-cola navy y no vi la luz hasta el siglo XXI.
Ahora disfruto de la vida, descanso a catorce grados y me pongo algo plasta superando los veinte.
Necesito compañía y anhelo periodos de tranquilidad.
Escucho música clásica, lounge, chillout y de cuando en vez, me meto algo de caña para microoxigenarme.
Gozo de buena salud, me mantuve al margen de la EPO (elvinopopeyina), de los chutes de roblina y de las chips.
Desprendo aromas embriagadores, tengo una nariz bonita, boca carnosa y de vista ando bien. Demasiado bien.
Y los días tórridos, de bochorno, como hoy, las moléculas de alcohol se me empiezan a evaporar y suelo decir, escribir y pensar chorradas. Aluvino en colores.
¡Necesito una ducha rápida, envinarme de pies a cabeza y apretar los polifenoles con una sesión de vinoterapia!
A que os adivino el resultado. ¿Tal vez divino?
Soy riojano y alavés, por nacimiento y convicciones, sin mediar plan educativo impuesto, ni grupo mediático pseudopúblico, ni presión insoportable alguna.
Soy navarro y pamplonés, por algo llevo media vida muy bien acogido, y por tanto agradecido.
Luego soy algo que no quiero ser y algo que soy, y que puedo, no lo debo reconocer.
Si tengo claro, y tinto, es que parte de mi sangre es vino. Parte de mi cuerpo es vino, excepto la que es agua. Hasta mi cerebro es vino, enoneuronas tengo, ¡que pasa!
Por mis venas no corren litros de alcohol, como en el rey del pollo frito, otrora Ramoncín. Por ellas corren, saltan, gravitan, flotan, nadan y vuelan, enocitos blancos y enóbulos rojos.
No necesito teñirme el pelo. No, no soy calvo, de mi cabeza salen pelos brillantes rubí intenso y alguna mecha de color amarillo pajizo. Cosas de los enogenes.
Salgo a trasegar a menudo. Sufro fermentaciones y maceraciones, sobre todo en verano. He pasado una larga crianza y me voy redondeando. Antes era más ácido que ahora. Me estoy dulcificando, por decirlo de forma fina y educada. Soy apto para La Guarda. Ya de joven prometía y me aconsejaron:
- Búscate una buena barrica francesa, de roble y excelente tostado, y en un par de años no se te resiste ni la Penélope Cruz (lo siento Pe, no conozco otra, eres mi musa como la mayonesa).
-¿Pero si no bebe?
- Pues por eso.
No hace falta pillarse un ciego para darse cuenta de que hice oídos sordos, me enrolé en la coca-cola navy y no vi la luz hasta el siglo XXI.
Ahora disfruto de la vida, descanso a catorce grados y me pongo algo plasta superando los veinte.
Necesito compañía y anhelo periodos de tranquilidad.
Escucho música clásica, lounge, chillout y de cuando en vez, me meto algo de caña para microoxigenarme.
Gozo de buena salud, me mantuve al margen de la EPO (elvinopopeyina), de los chutes de roblina y de las chips.
Desprendo aromas embriagadores, tengo una nariz bonita, boca carnosa y de vista ando bien. Demasiado bien.
Y los días tórridos, de bochorno, como hoy, las moléculas de alcohol se me empiezan a evaporar y suelo decir, escribir y pensar chorradas. Aluvino en colores.
¡Necesito una ducha rápida, envinarme de pies a cabeza y apretar los polifenoles con una sesión de vinoterapia!
A que os adivino el resultado. ¿Tal vez divino?
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