En Murchante, con el Moncayo ejerciendo de vigía y controlador perpetuo de la maduración, nacen los vinos de la Bodega García Burgos. Vinos que ven la luz de una forma natural, consecuencia directa de la tierra, el clima y la uva, y donde Javier García, afirmándolo con rotundidad, no aporta nada, solo equilibra lo que la naturaleza le proporciona. Precisa, de esta forma, que sus vinos son de terroir y no de autor.
No más de cincuenta hectáreas de viñedo que nutren las pequeñas, pero funcionales, instalaciones de la bodega con uvas procedentes de las variedades merlot, syrah, cabernet sauvignon y tempranillo.
Diferentes variedades con un único fin, la búsqueda continua de la perfección.
Juega, y hace virguerías, con la maduración de la uva, su potencial, y con un exhaustivo control de la producción durante todo el desarrollo de la planta, basado en podas en verde, desnietando y espergurando con criterio, vendimiando en verde y con una recogida selectiva de los racimos.
En resumen, se trata de una bodega familiar muy arraigada a la zona, se habla del año mil setecientos, que practica una viticultura moderna y cuyos vinos, por su exclusividad, están dirigidos a un determinado y concreto nicho de mercado. No están pensados para todo el mundo tanto por su corta producción como, sobre todo, por su gran personalidad.
Javier nos ha presentado, durante nuestra visita, tres vinos que considero representativos de la filosofía de la casa.
Dos monovarietales de cabernet sauvignon de las añadas 2004 y 2005, que se comercializan con la marca Finca La Cantera de Santa Ana, y un monovarietal de merlot, del 2004, que todavía no se comercializa, pero que por el bien del mundo del vino y su hedonismo espero que se haga cuanto antes.
Los Finca La Cantera presentan un color picota con matices de juventud, algo mas tejas en el 2004, lógicamente. Brillantes y de capa media alta.
La nariz es atractiva después de vencer una cierta timidez inicial. Destaco, por lo beligerante que soy con el cabernet mal elaborado, que es uno de los monovarietales de la variedad francesa mas completo y equilibrado que he probado. ¿Dónde estaba el pimiento?, Pues donde debe estar, en cualquier lata de las vecinas conserveras de la zona. Se nota el sabio control de la maduración y la nula presencia vegetal y herbácea que pueda enmascarar el resto de matices interesantes, como la fruta madura, especias, regaliz, torrefactos (pueden provenir de las pepitas) y la finura de la madera, perfectamente ensamblada a pesar del uso de barrica francesa joven y de las largas crianzas.
En boca son armoniosos, curiosamente me parece más redondo el 2005, aunque puede ser por factores externos. Paso amable y una largura considerable. Tienen cuerpo, te llenan la boca y a pesar de su acidez y su contenido alcohólico, son extraordinariamente equilibrados.
Vinos para compartir y si se puede para guardar.
El monovarietal de merlot 2004, digamos que es una apuesta de su elaborador. Un vino excepcional, se mire por donde se mire, y es hijo único, de momento, ya que la cosecha de 2005 no dio el fruto que se esperaba.
A la vista es brillante, muy bonito, cautivador. Picota como sus primos pero con mas capa, más intenso. De lagrima muy densa.
En nariz rezuma elegancia y complejidad. Es un vino de trago largo, para conversar con tranquilidad y sin prisa.
Aromático, afrutado, floral, especiado y con una madera perfectamente conjuntada.
En boca es carnoso, sedoso, untuoso, de paso fácil y con un recorrido largo, larguísimo. Con una elevada acidez que le aporta el armazón necesario para una larga vida.
Un vino para guardar, para disfrutar y para localizar en cuanto salga a la venta.
No más de cincuenta hectáreas de viñedo que nutren las pequeñas, pero funcionales, instalaciones de la bodega con uvas procedentes de las variedades merlot, syrah, cabernet sauvignon y tempranillo.
Diferentes variedades con un único fin, la búsqueda continua de la perfección.
Juega, y hace virguerías, con la maduración de la uva, su potencial, y con un exhaustivo control de la producción durante todo el desarrollo de la planta, basado en podas en verde, desnietando y espergurando con criterio, vendimiando en verde y con una recogida selectiva de los racimos.
En resumen, se trata de una bodega familiar muy arraigada a la zona, se habla del año mil setecientos, que practica una viticultura moderna y cuyos vinos, por su exclusividad, están dirigidos a un determinado y concreto nicho de mercado. No están pensados para todo el mundo tanto por su corta producción como, sobre todo, por su gran personalidad.
Javier nos ha presentado, durante nuestra visita, tres vinos que considero representativos de la filosofía de la casa.
Dos monovarietales de cabernet sauvignon de las añadas 2004 y 2005, que se comercializan con la marca Finca La Cantera de Santa Ana, y un monovarietal de merlot, del 2004, que todavía no se comercializa, pero que por el bien del mundo del vino y su hedonismo espero que se haga cuanto antes.
Los Finca La Cantera presentan un color picota con matices de juventud, algo mas tejas en el 2004, lógicamente. Brillantes y de capa media alta.
La nariz es atractiva después de vencer una cierta timidez inicial. Destaco, por lo beligerante que soy con el cabernet mal elaborado, que es uno de los monovarietales de la variedad francesa mas completo y equilibrado que he probado. ¿Dónde estaba el pimiento?, Pues donde debe estar, en cualquier lata de las vecinas conserveras de la zona. Se nota el sabio control de la maduración y la nula presencia vegetal y herbácea que pueda enmascarar el resto de matices interesantes, como la fruta madura, especias, regaliz, torrefactos (pueden provenir de las pepitas) y la finura de la madera, perfectamente ensamblada a pesar del uso de barrica francesa joven y de las largas crianzas.
En boca son armoniosos, curiosamente me parece más redondo el 2005, aunque puede ser por factores externos. Paso amable y una largura considerable. Tienen cuerpo, te llenan la boca y a pesar de su acidez y su contenido alcohólico, son extraordinariamente equilibrados.
Vinos para compartir y si se puede para guardar.
El monovarietal de merlot 2004, digamos que es una apuesta de su elaborador. Un vino excepcional, se mire por donde se mire, y es hijo único, de momento, ya que la cosecha de 2005 no dio el fruto que se esperaba.
A la vista es brillante, muy bonito, cautivador. Picota como sus primos pero con mas capa, más intenso. De lagrima muy densa.
En nariz rezuma elegancia y complejidad. Es un vino de trago largo, para conversar con tranquilidad y sin prisa.
Aromático, afrutado, floral, especiado y con una madera perfectamente conjuntada.
En boca es carnoso, sedoso, untuoso, de paso fácil y con un recorrido largo, larguísimo. Con una elevada acidez que le aporta el armazón necesario para una larga vida.
Un vino para guardar, para disfrutar y para localizar en cuanto salga a la venta.
Gracias Javier.
2 comentarios:
Vaya. Casualmente tomaba hace unos días el Vendimia Seleccionada de García Burgos en un restaurante, y me causó una sensacional impresión. Tanto es así que no puedo esperar a catar el resto de la gama de la bodega.
Gracias por la descripción de la visita.
OscarM
Merece la pena, te lo garantizo. Si además te lo comenta el propio elaborador no tiene desperdicio.
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