domingo, diciembre 17, 2006

Restaurante El Lechuguero, en Cascante





En mi visita a la Bodegas García Burgos en Murchante y aprovechando la cercanía de Cascante, ambos pueblos importantes de la Ribera Navarra, decidimos ir a comer al Restaurante El Lechuguero, calle El Romero 10.
Fuimos pronto, con reserva, por que trabajan mucho y bien, lo que hace que sea casi imposible acercarse a conocer la gastronomía tradicional que surge de sus fogones si no se ha previsto con antelación.
Observé varias veces como personas cariacontecidas eran amablemente aconsejadas a ir a otro restaurante del pueblo, con las indicaciones pertinentes y la pena de no poder atenderles.
El servicio es atento, agradable y cercano. Se sirve con alegría y presteza. No te aburres entre plato y plato, ni te los sacan a la velocidad de un restaurante chino, y todo ello a pesar de tener saturado el comedor y con el aviso de que si se puede, les gustaría dar otro turno de comida en tu mesa.
Me quede satisfecho por como nos atendieron y por como gestionaron nuestra reserva, pues seguro que en otro sitio nos hubieran hecho levantarnos con anterioridad viendo las personas que esperaban.
La Guarda de Navarra, solo por el detalle, recomienda este establecimiento ya que, con los tiempos que corren, sigue apostando por la gente honesta, sencilla, campechana y sincera.
Lo mejor de esta historia es que, además te dan bien de comer, y si te hace falta o lo deseas, hasta de dormir.
Adaptados a los excepcionales productos que nacen en esta fructífera huerta navarra, la cocina que ofrecen es natural, sabrosa y con detalles de modernidad, sin olvidar sus orígenes.
De toda su apetecible carta decidimos probar la menestra de verduras y las alcachofas con almejas. Acostumbrados a esos largos nombres de cartas mas sofisticadas aquí lo que tenía verdadera largura era el sabor y sorprendía la textura, resultante de un profundo conocimiento de la calidad de los ingredientes.
Para segundos rape con refrito de ajos y una reducción de vinagre de Modena, y un solomillo de ibérico con reducción de Oporto y mermelada de cebolla, en raciones generosas que nos sirvieron de abrigo para el frío cierzo.
Como postre una tarta de chocolate, por contentar al mocé, y una tarta de cuajada, muy fresca y convincente.
Regamos las viandas con una botella de García Burgos, Vendimia seleccionada 2004, que combinó armónicamente de principio a fin. Aromático, agradable y persistente.
Como broche la promesa de disfrutar mas a menudo de una zona como la Ribera Navarra, de sus productos, de sus paisajes y de sus gentes.

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