miércoles, septiembre 27, 2006

Seguimos bebiendo


Con el cielo por montera y con un sol que da lucidez a mis pensamientos, puedo prometer, y prometo, que, por más que se empeñen, el buen vino se continúa bebiendo. Si, ya se que están por la labor de que todos bebamos lo mismo, comamos lo mismo, pensemos lo mismo e incluso veamos la única TV. Pero quien está en el ajo y escucha opiniones diversas, si diferentes, de cualquier signo y procedencia, se da cuenta que nada puede con los vinos que merecen la pena.
Si que esta cayendo el consumo de vinos baratos, a pesar de la incultura extendida a nivel popular, y ¡ojala caigan todos!. Y no me refiero por el precio, sino por la mala calidad. Lo lógico, y lo que digo por mi propio interés, es que el precio bajara a todos los niveles pero lo que es verdaderamente insultante es que existan bodegas que se llamen así viendo, que no catando, los productos que salen de sus almacenes. ¡Imbebibles! Y un vino no debe ser eso, cualquier cosa menos eso.
Por estas tierras navarras, como en el resto del país, existe un mercado importante que consume vinos de menos de un euro. Que cuesten menos de un euro no es noticia, ya que hay vinos que se cobran a 6 euros, ¡o mas!, que no valen ni eso, lo curioso es que hay gente, y mucha, que los consume y se quedan tan satisfechos.
Así empezó el síndrome toxico producido por el aceite de colza desnaturalizado. ¿Quien se podía creer que garrafas de cinco litros fueran tan baratas? Lo dicho, la incultura, y luego problemas y graves.
Los vinos caros o muy caros lo son por muchos componentes, muchos de ellos intangibles, pero los vinos baratos son baratos por una sola razón. No deberían ser vinos.
Hagamos caso al dicho: “Nadie da duros a cuatro pesetas”
Siempre encontraremos quien desoiga los consejos, pero allí su riesgo.
Esto se puede aplicar a todos los aspectos de la vida. Se debe dudar del vino que tiene precios tan ridículos pero también se debe y se tiene que desconfiar de quien te lo vende. Otro dicho popular: “Ahí hay gato encerrado”.
Otra cosa distinta es buscar y localizar gangas, con el consiguiente riesgo, pero hay ya no se juega con nuestra salud, si con nuestra psicología y con nuestro bolsillo.
¿Cuantas veces hemos visto anuncios de partidas de vinos, cosechas antiguas, colecciones pertenecientes al Marques de Menganito, cajas de Chateau Piribí o curiosidades varias que por distintas razones se ponen a la venta?
En nuestra mano queda comprarlas o no, arriesgando en hacer una buena inversión o por alardear diciendo al vecino que tenemos una botella que perteneció a Napoleón (sin contar que venga el carbono 14 a descubrir toda la farsa).
Pero eso no es grave pues todas esas gangas casi nunca se consumen y si se beben, el perjudicado ya contaba con esa elevada probabilidad.
Jugar con la honradez y con la salud de personas crédulas y confiadas vendiéndoles alimentos (no olvidemos que el vino es un alimento) que luego consumirán, y por el que desembolsarán un dinero que para ellas no tiene por que ser insignificante, eso no esta bien.
Y si no apliquemos este artículo al queso, al chorizo, a un aparato de radio o a un PC. Quien compra excesivamente barato sabe que no cuenta con garantías de que sea un producto medianamente bueno.
Para acabar con este lío, demos la vuelta a la tortilla.
Si un vino de 0.95€ fuera correcto y cada eslabón de la cadena ganara lo suficiente para vivir con dignidad, se podría pensar que nos la están dando con queso.
Pero me temo que esto último no refleja la realidad actual del mercado del vino.
Yo, por si acaso seguiré comprando vino a partir de 3 o 4 euros, vinos jóvenes, vinos de denominaciones emergentes, de bodegas jóvenes, vinos de calidad contrastada, con padre y madre.
Alguien me explicara algún día, por mucho excedente que haya, que un vino costara ayer 4,50€, y el mismo lo vendan hoy a 1,25€.
Eso es otro capitulo. Pero al menos alguna bodega ya se ha destapado y a otras ya las vamos conociendo.

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