Me despierto y siento que es verdad.
Después de unos meses medio hibernando, con una sensación confusa de la realidad, puedo confirmar que viví una experiencia inolvidable.
No recuerdo la fecha, ni el mes. Vagamente puedo acordarme de la compañía.
Los vinos y los alimentos eclipsan y emborronan datos y los hacen carentes de importancia.
Puede que fuera en el restaurante Marixa de Laguardia, en hora nocturna y en la estación calurosa del año.
Los amplios ventanales permitían, por su situación estratégica, otear las luces lejanas de los amables pueblos de la Rioja Alavesa. Esbelta y oscura, la silueta de la Sierra de Cantabria nos evita malas influencias, como siempre.
Haciendo tiempo en la barra del bar, a la entrada del restaurante, una botella de Pujanza 2004, luciendo una esplendida armonía aromática y un vistoso color púrpura intenso, fue el preludio de una hermosa velada.
Puede que con un delicioso jamón, no importa, y algún entrante más, el champagne Bollinger RD 1996 me dejó noqueado para el resto de mis días. Espectacular, complejo, elegante, equilibrado, ¡Una maravilla!
A partir de aquí, levitando en mi silla, fui comprobando como se llega a la felicidad enológica (sin cantos folklóricos ni exaltaciones de la amistad).
Domaine Confuron Cotetidot 2005 Gevrey-Chambertín 1º Cru Craipillot. Borgoña intenso y mineral de Pinot Noir.
Reflet 2001, un Saint Joseph de Domaine Francois Villard elaborado con syrah, de notas potentes e intensas pero con una amabilidad y una dulzura fantástica. Redondo, carnoso.
Sotanum M.M. (2000). Vins de Vienne, del trío Cuilleron, Gaillard y Villard. Otro Shiraz intenso, sabroso y aterciopelado.
Mágnum de Pujanza Norte 2005. Un vino laguardiense pleno de finura, equilibrio y clase. Ya sabéis mi opinión sobre él.
Antes de los postres, el remate final.
Un Saint Emilion 1º Grand Cru Classe, elaborado con Merlot y Cabernet Franc. Cheval Blanc 1998. Profundo, complejo, todavía afrutado, estructurado y extraordinariamente armónico. Otro grande para comentar con mis nietos.
Y con un queso canario, muy sabroso, de excelente aroma y textura, un mágnum de Porto Vintage 2000 Quinta do Infantado. Lógicamente goloso, largo, embriagador y de bonita acidez. El no va más.
Un buen Cohiba Robusto, una larga sobremesa y unos refrescos con hielo como digestivo.
La Guarda de Navarra recuerda este sueño de una noche de verano y lo comparte en el Blog. Si alguien se anima a celebrar algo parecido que no dude en invitarme. Soy agradecido, no hablo mucho y como y bebo lo justo.
¡Dos orejas y un rabo!
Después de unos meses medio hibernando, con una sensación confusa de la realidad, puedo confirmar que viví una experiencia inolvidable.
No recuerdo la fecha, ni el mes. Vagamente puedo acordarme de la compañía.
Los vinos y los alimentos eclipsan y emborronan datos y los hacen carentes de importancia.
Puede que fuera en el restaurante Marixa de Laguardia, en hora nocturna y en la estación calurosa del año.
Los amplios ventanales permitían, por su situación estratégica, otear las luces lejanas de los amables pueblos de la Rioja Alavesa. Esbelta y oscura, la silueta de la Sierra de Cantabria nos evita malas influencias, como siempre.
Haciendo tiempo en la barra del bar, a la entrada del restaurante, una botella de Pujanza 2004, luciendo una esplendida armonía aromática y un vistoso color púrpura intenso, fue el preludio de una hermosa velada.
Puede que con un delicioso jamón, no importa, y algún entrante más, el champagne Bollinger RD 1996 me dejó noqueado para el resto de mis días. Espectacular, complejo, elegante, equilibrado, ¡Una maravilla!
A partir de aquí, levitando en mi silla, fui comprobando como se llega a la felicidad enológica (sin cantos folklóricos ni exaltaciones de la amistad).
Domaine Confuron Cotetidot 2005 Gevrey-Chambertín 1º Cru Craipillot. Borgoña intenso y mineral de Pinot Noir.
Reflet 2001, un Saint Joseph de Domaine Francois Villard elaborado con syrah, de notas potentes e intensas pero con una amabilidad y una dulzura fantástica. Redondo, carnoso.
Sotanum M.M. (2000). Vins de Vienne, del trío Cuilleron, Gaillard y Villard. Otro Shiraz intenso, sabroso y aterciopelado.
Mágnum de Pujanza Norte 2005. Un vino laguardiense pleno de finura, equilibrio y clase. Ya sabéis mi opinión sobre él.
Antes de los postres, el remate final.
Un Saint Emilion 1º Grand Cru Classe, elaborado con Merlot y Cabernet Franc. Cheval Blanc 1998. Profundo, complejo, todavía afrutado, estructurado y extraordinariamente armónico. Otro grande para comentar con mis nietos.
Y con un queso canario, muy sabroso, de excelente aroma y textura, un mágnum de Porto Vintage 2000 Quinta do Infantado. Lógicamente goloso, largo, embriagador y de bonita acidez. El no va más.
Un buen Cohiba Robusto, una larga sobremesa y unos refrescos con hielo como digestivo.
La Guarda de Navarra recuerda este sueño de una noche de verano y lo comparte en el Blog. Si alguien se anima a celebrar algo parecido que no dude en invitarme. Soy agradecido, no hablo mucho y como y bebo lo justo.
¡Dos orejas y un rabo!