Gracias a Cella Vinarium acabo de participar en una de las semifinales nacionales de la Nariz de Oro.
Era un pequeño deseo que algún día quería cumplir y hoy se ha realizado.
Ha sido una jornada maratoniana, desde las 09.30h.
Comenzamos catando a ciegas sesenta vinos para seleccionar aquellos que irán a Madrid en el mes de junio y optar a ser los mejores, o el mejor, vino de España.
Entre las diferentes tandas hemos recibido diferentes charlas o conferencias con la degustación de vinos representativos.
Para abrir boca y bajo amenaza de pasar directamente a la final de Madrid, en cosa de quince minutos un representante de la D.O. Rías Baixas nos soltó una perorata express con innumerables datos de hectáreas, variedades, subzonas y clasificaciones de las que fuimos tomando nuestras pertinentes notas. Al final lo que pensábamos que serían cuatro preguntas al respecto de la denominación de marras se convirtieron en: “Quien acierte los cuatro vinos que tiene delante, con sus variedades y su subzona de procedencia va a Madrid ipso facto”
Caras de sorpresa, taquicardias y alguna risa floja ante la insolencia, pero: “Algo os tenía que preguntar”
Un Rías Baixas con barrica, un Rosal con Albariño y Loureira y dos Albariños de Rías Baixas, uno del 2006 y otro del 2005 criado en sus lías.
Y el que mas chifle…En cinco minutos, ni uno mas, parte del pasaporte al cielo.
Después de otra tanda del concurso de vinos, otra conferencia.
El secretario de la D.O. Montilla Moriles con alegría y soltura andaluza nos habló de su tierra y nos enseño como se entiende y se disfruta de un fino, un amontillado, un oloroso y un PX.
¡Excelente explicación! Amena y muy didáctica. Para no olvidar.
Con media hora de retraso,¡a comer! Las 14.45h y nos enfrentamos a un buffet que no nos apoltrone mucho.
A las 16.30h, seguimos acumulando retraso, Pilar García Granero amiga, enóloga y ahora presidenta del consejo regulador de la D.O. Navarra nos regalo su mejor faceta. Como hablar de vino a la hora de la siesta, sin aburrir y regalando pasión y conocimientos.
Seis vinos, seis, navarros y de calidad.
Un garnacha blanca de Ada, un joven Sotavento de Otazu, un Minotauro Rojo de Ada, un Viña de mi Madre de Juan de Albret, un Altar de Otazu y un Vendimia Tardía de Chardonnay de Bodegas Príncipe de Viana.
Papilas a toda maquina. Narices y cerebros cansados.
Y al fin la prueba final, la definitiva. La madre de todas las pruebas. La que nos llevará a Madrid, si suena la flauta, claro.
Otros seis vinos, seis. Que ya pesan como treinta y seis.
Vinos jóvenes, tres monovarietales y tres ensamblajes. Recién salidos de la viña.
Monovarietal de Garnacha, de Graciano y de Tempranillo.
Ensamblajes de: Tempranillo 60% y Garnacha 40%, Tempranillo 60% y Graciano 40%, y por último, Tempranillo 60%, Garnacha 20% y Graciano 20%.
Nos explican los vinos por procedencia, características y datos de interés, en diez minutos, como mucho, y nos hacen desalojar la sala.
A nuestro regreso, y en cada puesto, una copa negra, desafiante y distante, nos espera llena en su tercio de capacidad con un liquido también negro, no identificado.
Nos ordenan permanecer de pie y a la orden de: “Tienen cinco minutos para averiguar, solo con la nariz, cual es el vino que se encuentra en su interior. Y si les queda tiempo pueden describir la variedad o variedades” O al menos es lo que yo entendí.
Manos a la obra, mejor dicho, nariz a la obra.
En tres esnifadas cazo el Tempranillo, maduro, y la compañía de la fresca y aromática Garnacha. Dispongo de tiempo para escribir y lo hago. Sin darme cuenta una voz seca nos recuerda, “Les queda un minuto”
Creo que estoy clasificado. El día ha merecido la pena.
De nuevo abandonamos la sala. Ahora deben deliberar y corregir los ejercicios.
Tras una larga espera, nada esperanzadora, viene la entrega de premios y diplomas.
El corazón empuja fuera del bolsillo las tarjetas de visita de la empresa.
Me siento ganador. Subidón hormonal. Confirman el vino catado.”Número 4, Tempranillo y Garnacha”
Mi descripción me parece definitiva.
Van pasando los premiados pero no soy llamado ante el jurado y las cámaras de medios informativos. Todos están felices y yo, un poquito, también. Pero me queda el regusto amargo de no haber conseguido mi objetivo teniéndolo tan cerca.
He tocado la gloria con los dedos, pero alguien decidió que no era la ocasión para alcanzarla. Por lo visto se valoraba de alguna forma que yo desconocía la descripción del vino.
Casualmente es la disposición formal que todos utilizamos en nuestros post de aspecto visual, nariz y sensaciones en boca. Algo absurdo, teniendo en cuenta que no se nos permitía probar el vino. Pero…
Sigo descolocado, algo triste, por no haber podido devolver a quienes me importan las horas de sacrificio y el agradecimiento a su confianza.
Espero que no sea la última vez que participe.
De momento mi nariz sigue siendo de carne y hueso.
¡Uff, que descanso!
Era un pequeño deseo que algún día quería cumplir y hoy se ha realizado.
Ha sido una jornada maratoniana, desde las 09.30h.
Comenzamos catando a ciegas sesenta vinos para seleccionar aquellos que irán a Madrid en el mes de junio y optar a ser los mejores, o el mejor, vino de España.
Entre las diferentes tandas hemos recibido diferentes charlas o conferencias con la degustación de vinos representativos.
Para abrir boca y bajo amenaza de pasar directamente a la final de Madrid, en cosa de quince minutos un representante de la D.O. Rías Baixas nos soltó una perorata express con innumerables datos de hectáreas, variedades, subzonas y clasificaciones de las que fuimos tomando nuestras pertinentes notas. Al final lo que pensábamos que serían cuatro preguntas al respecto de la denominación de marras se convirtieron en: “Quien acierte los cuatro vinos que tiene delante, con sus variedades y su subzona de procedencia va a Madrid ipso facto”
Caras de sorpresa, taquicardias y alguna risa floja ante la insolencia, pero: “Algo os tenía que preguntar”
Un Rías Baixas con barrica, un Rosal con Albariño y Loureira y dos Albariños de Rías Baixas, uno del 2006 y otro del 2005 criado en sus lías.
Y el que mas chifle…En cinco minutos, ni uno mas, parte del pasaporte al cielo.
Después de otra tanda del concurso de vinos, otra conferencia.
El secretario de la D.O. Montilla Moriles con alegría y soltura andaluza nos habló de su tierra y nos enseño como se entiende y se disfruta de un fino, un amontillado, un oloroso y un PX.
¡Excelente explicación! Amena y muy didáctica. Para no olvidar.
Con media hora de retraso,¡a comer! Las 14.45h y nos enfrentamos a un buffet que no nos apoltrone mucho.
A las 16.30h, seguimos acumulando retraso, Pilar García Granero amiga, enóloga y ahora presidenta del consejo regulador de la D.O. Navarra nos regalo su mejor faceta. Como hablar de vino a la hora de la siesta, sin aburrir y regalando pasión y conocimientos.
Seis vinos, seis, navarros y de calidad.
Un garnacha blanca de Ada, un joven Sotavento de Otazu, un Minotauro Rojo de Ada, un Viña de mi Madre de Juan de Albret, un Altar de Otazu y un Vendimia Tardía de Chardonnay de Bodegas Príncipe de Viana.
Papilas a toda maquina. Narices y cerebros cansados.
Y al fin la prueba final, la definitiva. La madre de todas las pruebas. La que nos llevará a Madrid, si suena la flauta, claro.
Otros seis vinos, seis. Que ya pesan como treinta y seis.
Vinos jóvenes, tres monovarietales y tres ensamblajes. Recién salidos de la viña.
Monovarietal de Garnacha, de Graciano y de Tempranillo.
Ensamblajes de: Tempranillo 60% y Garnacha 40%, Tempranillo 60% y Graciano 40%, y por último, Tempranillo 60%, Garnacha 20% y Graciano 20%.
Nos explican los vinos por procedencia, características y datos de interés, en diez minutos, como mucho, y nos hacen desalojar la sala.
A nuestro regreso, y en cada puesto, una copa negra, desafiante y distante, nos espera llena en su tercio de capacidad con un liquido también negro, no identificado.
Nos ordenan permanecer de pie y a la orden de: “Tienen cinco minutos para averiguar, solo con la nariz, cual es el vino que se encuentra en su interior. Y si les queda tiempo pueden describir la variedad o variedades” O al menos es lo que yo entendí.
Manos a la obra, mejor dicho, nariz a la obra.
En tres esnifadas cazo el Tempranillo, maduro, y la compañía de la fresca y aromática Garnacha. Dispongo de tiempo para escribir y lo hago. Sin darme cuenta una voz seca nos recuerda, “Les queda un minuto”
Creo que estoy clasificado. El día ha merecido la pena.
De nuevo abandonamos la sala. Ahora deben deliberar y corregir los ejercicios.
Tras una larga espera, nada esperanzadora, viene la entrega de premios y diplomas.
El corazón empuja fuera del bolsillo las tarjetas de visita de la empresa.
Me siento ganador. Subidón hormonal. Confirman el vino catado.”Número 4, Tempranillo y Garnacha”
Mi descripción me parece definitiva.
Van pasando los premiados pero no soy llamado ante el jurado y las cámaras de medios informativos. Todos están felices y yo, un poquito, también. Pero me queda el regusto amargo de no haber conseguido mi objetivo teniéndolo tan cerca.
He tocado la gloria con los dedos, pero alguien decidió que no era la ocasión para alcanzarla. Por lo visto se valoraba de alguna forma que yo desconocía la descripción del vino.
Casualmente es la disposición formal que todos utilizamos en nuestros post de aspecto visual, nariz y sensaciones en boca. Algo absurdo, teniendo en cuenta que no se nos permitía probar el vino. Pero…
Sigo descolocado, algo triste, por no haber podido devolver a quienes me importan las horas de sacrificio y el agradecimiento a su confianza.
Espero que no sea la última vez que participe.
De momento mi nariz sigue siendo de carne y hueso.
¡Uff, que descanso!