Una vez finalizadas las fiestas de Laguardia, con las pilas bien cargadas para aguantar lo que sea, que cada vez viene más cruzado y con más peligro, me dispongo a analizar lo que en dos días espero haber soñado y no haber vivido.
Desde esta atalaya en la que me encuentro el panorama enológico se vislumbra negro.
Negocios al límite de la subsistencia. Alguna competencia, como siempre, desleal. Otra, en cambio, comunicativa y cooperativa.
Bodegas a punto del cierre. Otras que no pueden pagar los sueldos a sus empleados. Imperios que se resquebrajan y se subdividen.
Vinos y cavas de dudosa calidad, y procedencia, copando los mercados.
Precios de saldo para echar al vecino cavando, a sabiendas, la tumba propia.
Sindicatos coaligados para localizar gangas a base de perder calidad.
El cliente no importa, si el bolsillo.
El verano será caluroso, ya nos lo han dicho. En otoño más vale que nos apretemos los cinturones, eso no quieren decirlo.
¡Señores, en el vino, también estamos de rebajas!
Y hasta cuando…