Comida de celebración y tres vinos que pasean sus esbeltas botellas etiquetadas sobre la mesa. Entre ellos nada en común y cada uno satisface, a su manera, los paladares de los comensales.
El primero un blanco, sin pretensiones de grandeza, del Valle del Loira. Por sólo 3.55€ no se puede contentar más a quienes somos inexpertos en los vinos de esta zona francesa, un Loire Valley Touraine A.O.C. Sauvignon Vintage 2006, de Bougrier.
Bonito color amarillo claro con reflejos verdosos. Es un vino seco y muy afrutado que tiene persistencia en boca. Los matices florales y su frescura me parecen muy atractivos. A todos nos convence y me propongo comprar alguna botella más.
El segundo un Palacio de Otazu Reserva del 2000. Alrededor de 11€. Elaborado con cabernet sauvignon, en mayor proporción, merlot y tempranillo. Cereza intenso con reflejos atejados. Nariz monotemática y boca de paso suave, algo alcohólico, ligero amargor y poca historia. Personalmente, y mira que le tengo cariño a esta bodega, no disfruto de los tintos de Otazu. Con la excepción del Altar. Me acaban superando siempre los aromas a pimiento y las notas vegetales. Enmascaran de tal forma al resto que termino empalagado con media copa. Espero que parte de culpa la tenga la evolución de este vino pero es mi cruz con los cabernets sauvignon y cuando no me gustan no me gustan. De todas formas la botella desapareció y ni una gota quedó como prueba del delito.
Y el tercero un Vallobera Crianza 2002. Sobre 8€. Se agradece el tempranillo y sus aromas. Vino redondo y en un momento de consumo excelente. Picota de capa media con ribete juvenil, nariz fresca con predominio frutal, algún regaliz y una madera sabia. En la boca mucha fruta, largura notable y taninos deliciosos.
Tres vinos, tres mundos y siete personas agradecidas de que en los vinos no funcionen los monopolios y el pensamiento único.
Es probable que el mundo del vino necesite, también, de raperos que extiendan los beneficios de este vilipendiado alimento por el Universo.
Si es por música, que no falte presidente.
El primero un blanco, sin pretensiones de grandeza, del Valle del Loira. Por sólo 3.55€ no se puede contentar más a quienes somos inexpertos en los vinos de esta zona francesa, un Loire Valley Touraine A.O.C. Sauvignon Vintage 2006, de Bougrier.
Bonito color amarillo claro con reflejos verdosos. Es un vino seco y muy afrutado que tiene persistencia en boca. Los matices florales y su frescura me parecen muy atractivos. A todos nos convence y me propongo comprar alguna botella más.
El segundo un Palacio de Otazu Reserva del 2000. Alrededor de 11€. Elaborado con cabernet sauvignon, en mayor proporción, merlot y tempranillo. Cereza intenso con reflejos atejados. Nariz monotemática y boca de paso suave, algo alcohólico, ligero amargor y poca historia. Personalmente, y mira que le tengo cariño a esta bodega, no disfruto de los tintos de Otazu. Con la excepción del Altar. Me acaban superando siempre los aromas a pimiento y las notas vegetales. Enmascaran de tal forma al resto que termino empalagado con media copa. Espero que parte de culpa la tenga la evolución de este vino pero es mi cruz con los cabernets sauvignon y cuando no me gustan no me gustan. De todas formas la botella desapareció y ni una gota quedó como prueba del delito.
Y el tercero un Vallobera Crianza 2002. Sobre 8€. Se agradece el tempranillo y sus aromas. Vino redondo y en un momento de consumo excelente. Picota de capa media con ribete juvenil, nariz fresca con predominio frutal, algún regaliz y una madera sabia. En la boca mucha fruta, largura notable y taninos deliciosos.
Tres vinos, tres mundos y siete personas agradecidas de que en los vinos no funcionen los monopolios y el pensamiento único.
Es probable que el mundo del vino necesite, también, de raperos que extiendan los beneficios de este vilipendiado alimento por el Universo.
Si es por música, que no falte presidente.