
Acabo de conocer a José Peñín. Atavismos. Vinodiversidad.
Pero lo que realmente quiero contar es la cena a la que fui invitado ayer.
Lugar, Asador La Almadía, en la calle Abejeras 51-53.
En su día publiqué un post del mismo.
Tuve un primer contacto gastronómico, del que no informé por no redundar, pero esta vez no puedo morderme la lengua.
Ayer, sin duda alguna, comí el mejor chuletón de mi vida. No soy un carnívoro empedernido y no suelo disfrutar de las carnes, ni de sus aromas cuando no son francos o limpios.
Dos kilos y doscientos gramos. Tan grueso como ancho. La grasa de sabor autentico, genuino. El cocinero le tiene bien pillado el punto y su aspecto era similar al atún rojo, crudo. Textura, inolvidable. Pura mantequilla, jugoso y prieto a la vez. Y además de todo ello, mantenía la temperatura central, guardaba el calor que facilita el masticado. Fundamental en la degustación de una buena carne.
Una pequeña obra de arte que necesito compartir con el universo blogger pues me pareció una experiencia absolutamente recomendable.
Sin olvidar las patatas fritas, por supuesto alavesas. Incomparables.
Para agradecer y corresponder la atención, desperté de mi bodega a un Pujanza Norte 2003.
Color picota. Poco rastro de evolución. Lagrima, para llorar de alegría.
En nariz sigue con una intensidad y una frescura para enmarcar. Es la prueba de que no hay añadas imposibles. Mermelada de arándanos, cerezas al chocolate. Fondo mineral. Dulce. Equilibrado.
La boca, magnifica. Amplio, fresco y sabroso. El ataque dulce, el paso aterciopelado y una eternidad como largura.
La Guarda de Navarra continúa en el séptimo cielo, extasiado. Con esa carne y este vino no hay crisis que se resista.
Aconsejo pasar por La Almadía y comprobar lo que digo del chuletón.
¡Esto es la felicidad! O, al menos, a mi me lo parece.
Pero lo que realmente quiero contar es la cena a la que fui invitado ayer.
Lugar, Asador La Almadía, en la calle Abejeras 51-53.
En su día publiqué un post del mismo.
Tuve un primer contacto gastronómico, del que no informé por no redundar, pero esta vez no puedo morderme la lengua.
Ayer, sin duda alguna, comí el mejor chuletón de mi vida. No soy un carnívoro empedernido y no suelo disfrutar de las carnes, ni de sus aromas cuando no son francos o limpios.
Dos kilos y doscientos gramos. Tan grueso como ancho. La grasa de sabor autentico, genuino. El cocinero le tiene bien pillado el punto y su aspecto era similar al atún rojo, crudo. Textura, inolvidable. Pura mantequilla, jugoso y prieto a la vez. Y además de todo ello, mantenía la temperatura central, guardaba el calor que facilita el masticado. Fundamental en la degustación de una buena carne.
Una pequeña obra de arte que necesito compartir con el universo blogger pues me pareció una experiencia absolutamente recomendable.
Sin olvidar las patatas fritas, por supuesto alavesas. Incomparables.
Para agradecer y corresponder la atención, desperté de mi bodega a un Pujanza Norte 2003.
Color picota. Poco rastro de evolución. Lagrima, para llorar de alegría.
En nariz sigue con una intensidad y una frescura para enmarcar. Es la prueba de que no hay añadas imposibles. Mermelada de arándanos, cerezas al chocolate. Fondo mineral. Dulce. Equilibrado.
La boca, magnifica. Amplio, fresco y sabroso. El ataque dulce, el paso aterciopelado y una eternidad como largura.
La Guarda de Navarra continúa en el séptimo cielo, extasiado. Con esa carne y este vino no hay crisis que se resista.
Aconsejo pasar por La Almadía y comprobar lo que digo del chuletón.
¡Esto es la felicidad! O, al menos, a mi me lo parece.
En la fiesta también participaron un Castillo de Monjardín Chardonnay Reserva 2004 y un Contino Tinto Reserva 2003.