viernes, septiembre 29, 2006

Botellitas para no perder puntitos


Comentaba el otro día la campaña en La Rioja para fomentar el consumo de vino en restaurantes posibilitando llevarse el sobrante de la botella a casa.
Escribía la poca gracia que me hacía volver a beber de botellas de 3/8, sobre todo por las probabilidades de que el vino no salga como en su día lo dispuso el bodeguero.
Por todos es sabido que las botellas a más volumen mejor evolucionan en el tiempo, de ahí las ventajas de consumir mágnum. También sabemos las malas condiciones a las que se somete a los vinos cuando se almacenan. Esa suma fatídica de mala conservación y escasa cantidad multiplican el riesgo de beber lo indeseado.
Pues bien, ya tengo clientes que me solicitan botellas de 0,37 litros. Se esta moviendo el mercado en ese sentido y es consecuencia de una caída considerable del consumo en restaurantes.
Siempre y cuando garanticen una óptima guarda del vino, no les pondré pega alguna, pero si observo esos locales-bodega de 40 grados en verano y -4 grados en invierno, con temperaturas oscilantes medias de 10 grados y 28 grados según temporada, creo que lo tendré que pensar.
A las bodegas les cuesta tiempo y dinero mantener una imagen que en un instante, por culpa de un tercero, pueden perder y nunca recuperar.
La persona que pide en un restaurante una marca, por ejemplo Vallobera de 0,37 cl. y le sale el vino oxidado o avinagrado, ya no la vuelve a pedir y encima habla mal de la bodega en su círculo de amistades, generando una bola que crece y crece. En vez de poner a caldo al restaurante que se la sirvió culpabiliza a quien firma en la etiqueta. Eso, por ejemplo, no pasa con el chuletón.
Por eso temo que me pidan esa referencia. Si, comprendo que lo mismo sucede en las botellas de 0,75 cl. pero en ese caso se disminuye a la mitad el riesgo.
Hombre, si el producto rota ante el acoso de las fuerzas de trafico no hay nada que oponer, pero una botellita del 2003 mal cuidada puede estar imbebible en año y medio.
El calor, la luz y los cambios bruscos de temperatura- cada vez que veo botellas en salones, cocinas o en almacenes sin climatizar se me revuelven las tripas- producen la oxidación prematura del vino. Calculo que un vino que puede vivir de media diez años en caso de una mala conservación puede caerse en menos de cinco años.
Pero que cada palo aguante su vela y quien no sepa cuidar un vino que no reclame nada a la bodega, y si lo hace que le den sopas con honda.
Un último apunte para los mandamases de tráfico. Ya que el consumo de alcohol incide negativamente en la conducción, solicito que se tomen las mismas medidas con los conductores que “pilotan” con otro tipo de sustancias en sangre.
Al menos que como en el vino, reduzcan el tamaño de consumo a “canutillos” y “guiones”.

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