lunes, mayo 15, 2006

Turismo Enológico en Saint Emilion




Durante el fin de semana elegido para ir a Saint Emilion la mayoría de las bodegas abría sus puertas al público. Con mucho éxito, por cierto, a tenor de las noticias leídas a posteriori. Las grandes e internacionalmente conocidas no participaban de este magno acontecimiento, ellas se lo perdieron, y nosotros también.
Las carreteras y caminos que unen entre sí los pueblos y los chateaux se llenaron de señales que dirigían a cada explotación vinícola. Fue bastante engorroso moverse por esos laberintos bien asfaltados. Eran tantas las bodegas y las señales estaban tan juntas, que si no tenías claro tu destino acabas en el chateau del vecino. Nos encontramos gente de todo el mundo que hacía la ruta a su manera. Unos andando, otros en bicicleta, en coche, organizadamente en autobús, pero todos con un plano para localizar el objetivo sin error.

Visitamos dos bodegas, casi de milagro, dos Grands Crus. La primera en Saint Emilion, al norte, Clos Trimoulet, y la segunda en Puisseguin, Chateau Bel-Air, no el Premier Grand Cru Classe. Había varios con el mismo nombre y con suerte dimos con este. Nos vino muy bien pues recorrimos parte de la región de chateau en chateau conociendo el paisaje y disfrutando de la amabilidad de los paisanos. Cada propiedad tiene su encanto, todas en general cuentan con varios edificios, unos para elaboración y crianza, y otros para vivienda. Tienen estilo propio, aunque la base de construcción en piedra y el tejado característico coronando una torre es lo más habitual.
En Clos Trimoulet, su propietario, de apellido Apollot, nos mostró amablemente todas las instalaciones en un perfecto francés. Gracias que el vino se hace igual allí que aquí, pues siguiendo con interés la explicación se podía entender, no sin dificultad.
Es una propiedad exclusivamente familiar, cinco generaciones desde 1888, conjugando técnicas modernas con las más tradicionales.
Para finalizar la visita nos obsequió con la cata de una serie de vinos de diferentes marcas, zonas y añadas. Me extraño que solo mostrara a partir de la 2002 y por eso le pregunte donde estaban las anteriores. Su respuesta escueta y una sonrisa maliciosa fueron suficientes para satisfacer mi curiosidad:-Esas me las guardo para mí-.
Probamos dos tipos de vinos, uno procedente de sus parcelas en Montagne-Saint Emilion, un Chateau Chevalier Saint Georges, y un Grand Cru de Saint Emilion, Clos Trimoulet.
Después de degustar sus caldos le pedimos que nos hiciera una fotografía para inmortalizar el momento y nos despedimos del simpático bodeguero, y de su hija, no sin antes hacernos con unas botellas del último vino catado, el Clos Trimoulet 2002.
Como cada diez años el consejo de Saint Emilion decide que bodegas pertenecen a cada categoría, quizás hemos hecho una gran inversión. ¡Suerte Apollot!
Seleccionamos otro nuevo destino. Sin prisa y lógicamente confundiendo una bodega con otra, volvimos a confiar en las señales de los caminos, lanzando al asiento de atrás del coche, el plano facilitado por la oficina de turismo. Plano, por cierto, entregado con todo el cariño del mundo pero con una calidad de impresión tan baja que nos volvió locos repetidas veces. Así llegamos a un Chateau Bel-Air, el de Puisseguin.
Precioso por fuera, muy cuidado, con todo detalle en flores, piedras de fachada, plantas trepadoras, elementos decorativos de antigua usanza. Por dentro mas funcional, sin lujos.
Los anfitriones muy simpáticos, uno de los hermanos Adoue y esposa, mas curtidos en el marketing directo o mercadeo, fueron al grano. Un poquito de español por aquí, un poco de paté casero por allá- vendían productos elaborados por ellos-, unos cuantos vinos para catar y el ultimo que te sacan, el mejor para visitas como la nuestra, es el que acabas comprando. Un Bacchus Chateau Bel-Air Grand Cru 2004. Llevábamos un folleto con los datos de la bodegas participantes donde venían tres preguntas que era necesario responder correctamente para optar a un premio de no se cuantas botellas de vino. La señora cariñosamente nos sello confirmando la visita a su casa e incluso lo rellenó con las respuestas. Nuestra conciencia no permitió ese fraude y no remitimos la solución. Bueno, por eso, y por que no sabíamos donde y como hacerlo.
Exprimiendo el tiempo, ya el día anterior, atendiendo a un buen reclamo en una calle de Saint Emilion -Caves, ouvert- entramos a una cuevas subterráneas del pueblo (como en Laguardia). Estaban perfectamente conservadas. Excavadas en piedra disponían de botelleros y espacios para las barricas. Inmejorable lugar para una crianza natural, el complemento perfecto para el reposo del vino. En la planta baja, después de un amplio zaguán, las dueñas se desvivían por los visitantes, que subían de la bodega, haciéndoles degustar una copa tras otra. Forma directa de vender vino. Descorcho, pruebas y compras. Así de sencillo.
También visitamos la unión de productores de Saint Emilion, una especie de cooperativa. Modernas instalaciones para la elaboración de buenos caldos, y sobre todo, una zona de venta de vino que no envidiaba a la mejor vinoteca del pueblo. Grande y bien surtida presentaba ofertas de vinos nuevos, vinos premiados, vinos de promoción, estuches variados, venta por cajas. Los carritos de compra se atascaban a la hora de pagar y de girar por el angosto pasillo.
Para finalizar el tour por los viñedos teniendo en cuenta que los grandes chateaux, estos días festivos, se mantienen cerrados a cal y canto, decidimos fotografiar los exteriores de maravillas como Chateau Angelus, Chateau Ausone, Chateau Bel Air, Chateau Canon o Chateau Cheval Blanc, entre otros. Allí entre sus cepas pude presumir de respirar el aire y de pisar el suelo que nutrirán a vinos tan selectos.
Todo el tiempo te puedes pasar viendo, hablando y pensando sobre vino.
Para cargar pilas, descansar y recuperar energías voy a recomendar varios restaurantes de los muchos que hay.
En primer lugar por categoría y por estar siempre lleno, el restaurante de la Hostellerie de Plaisance.
Por su trato a pesar de su duda inicial, Le Tertre. Tranquilo y confortable. Como anécdota para tener en cuenta la visita a las terrazas de las plazas, el vino de la cena en este restaurante un Chateau Rozier del 2000 nos costo alrededor de 30€. El mismo vino en la terraza dos horas antes 45€.
Por último y para desconectar del mundo, una pequeña pizzería Chez Djilali.
Varios días de comida francesa saturan papilas y estomago. En Saint Emilion un precio increíble, pizzas a 8-9€, y como dicen allí, las mejores de toda la región.
Buen pueblo Saint Emilion, como el vino. La compañía y la meteorología hicieron el resto.

Tres días necesarios para quienes amamos el vino. De aquí al Medoc, en un futuro cercano, siguiendo la ruta de los Grandes Chateaux.

No hay comentarios: