jueves, mayo 11, 2006

El fenomeno [yellow tail].



Después de leer el artículo "Buscando al Yellow Tail español", de la revista Todovino, publicado por Amaya Cervera el pasado 3 de mayo, sobre un vino australiano, me lancé a su búsqueda y captura.
Para resumirlo, aunque os marco el enlace (link), trata de una bodega familiar que hasta el año 2001 no la conocían ni los canguros. Por arte de magia, mucho marketing y algo que, creo, no nos cuentan, ha pasado a vender en Estados Unidos, y supongo que en el resto del planeta, la nada despreciable cifra de 240.000.000 botellas, si ¡240 millones!
Si multiplicáis por los 10 dólares que cuesta la botella, en mi caso a 8.20€, os podéis dar cuenta de la magnitud de la machada.
La etiqueta curiosa y atractiva, con colores vivos dependiendo de la variedad de uva que lleve. El dibujo de un colorido canguro, con su columna vertebral y huesos de las extremidades detallados, o al menos a mi me recuerdan a eso.
La cápsula de las baratas y el corcho sintético. Máxima rentabilidad, mínimo coste.
Sobre el vino, no se que decir sobre el vino.
Intente localizar el Shiraz pero estaba agotado, me ofrecían un Chardonnay, un Merlot, un Cabernet Saugvignon y una mezcla de Shiraz y Cabernet.
En el Cellavinarium de Pamplona me aconsejaron el ensamblaje- vaya palabra fea- de Shiraz y Cabernet, ya que buscaba el monovarietal de Shiraz.
Botella de 75cl. de [yellow tail] 2003 de Shiraz-Cabernet.
¿Me gusto? Al principio me sorprendió, pero esa sorpresa inicial paso a desencanto final. Cosa, por cierto, nada inesperada.
Su cata nos descubrió un vino de color intenso, casi cubierto, con un ribete que tendía a color teja.
La lágrima densa, patas cortas de lento descenso.
En nariz aromático pero sin elegancia. Olor a aceite predominante, no aceituna, como anota Amaya en el Merlot. Algo de fruta pero indefinida. Al fondo, y con el tiempo, cerezas con licor o confitadas, regaliz. Dulzor pronunciado y aromas medicinales o balsámicos.
En boca, mas de lo mismo. Dulce y aromas de madera muy avainillados. Algo tánico y parece con exceso de acidez, que después de la sobredosis de dulce, destaca demasiado.
En resumen es un vino que por el precio no merece la pena comprar. Como aventura está bien, pues se bebe fácil, pero tenemos representantes nacionales mucho mejores por un tercio de su precio.
Así pues, “La cola amarilla” si no me garantizan su mejoría, se la dejo para los americanos.
Si resultados como este son los que nos esperan con las famosas virutas, ya he decidido mi posición.

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