lunes, diciembre 05, 2005

Se llamaba Chateau Margaux`99




Todavía recuerdo cuando la vi, venía andando pausada. Nos presentaron, el primer contacto lo recuerdo vagamente.
Alguien la deposito en la mesa, algo tambaleante debido al pavimento empedrado de cantos rodados. No era una mesa vestida para la ocasión, tampoco las sillas. Su diseño se debía a un tal Heineken. El color verde, verde botella.
La acerque a los ojos, quería verle su etiqueta. Quería conocerla.
Fondo blanco, letras doradas. Francesa, ¿quizás?. La excitación se incrementaba por momentos.
Bullicio en la terraza, provenía de otras mesas, pero daba la sensación de que todo giraba alrededor nuestro.
Sin esperarlo, la acaricié,…estaba fría, mas bien tibia. Mis manos si que estaban frías, y sudorosas. No encontraba el momento, lo deseaba tanto. Nadie daba el gran paso, nadie quería ver su espíritu, contemplarlo.
El atardecer nos brindaba una temperatura poco habitual, la plazuela y sus acacias. La torre Abacial, esbelta y silenciosa, encendía su luz creando un ambiente íntimo y una atmósfera expectante.
Se acerca una camisa blanca y alguien le dice que ponga unas cañas fresquitas y que prepare las mejores copas del local, dignas de una reina. Riedel no había estado allí, por lo que nos conformamos con un cristal fino y transparente.
Yo no era el único que quería descubrir su secreto.
Rodeándola, mimándola, nos encontrábamos un grupo de personas. Parecía como si la intentásemos esconder del resto de la humanidad, y efectivamente, si ese resto hubiese descubierto su presencia, alguna determinación drástica hubiéramos tenido que tomar.
Alguien la giró levemente, mi corazón latió con más fuerza, grabadas vi las letras clave: Premieur Grand Cru Classé.
Esto ya no hay quien lo pare, pensaba para mi, aunque mi ansiedad iba en aumento.
Seis copas, seis, colocadas y preparadas. A nadie le hubiera importado que hubiesen sido menos.
Y llegó el momento, fui incapaz de decirle nada, pronunció su nombre, su acento inspiraba confianza, y apasionaba.
-“¿Cómo has dicho?”, pensé.
–“Chateau Margaux`99”.
No podía creerlo. Ella frente a mí, por fin.
Algo joven, todavía, pero convincente por su experiencia y procedencia.
Ya destocada, se inclino y dejo fluir su ser, su origen, el motivo de su existencia. Lo compartió con cada uno de nosotros. Con el anfitrión y conmigo departió unos instantes, nos quiso comentar asuntos más personales.
Su finura, intensidad y complejidad aromática nos hizo perder la noción y el sentido. Por unos instantes el tiempo se detuvo en Laguardia aquella tarde de agosto.
La nariz nos sorprendió por su pureza y clasicismo. En el paladar su sencillez inicial tornó a matices de excelente densidad. Increíble persistencia y un final sorprendente de potencia y elegancia.
Su recuerdo perduraba en nuestras mentes, el eco de sus palabras retumbaba entre la muralla y la iglesia de Santa Maria de Los Reyes. Por un momento me pareció que la torre hacía un guiño y se sumaba al ocaso del día, y de la reunión.
De repente, en un momento de desconcierto, cuando las acacias movían sus brazos agitándolos al viento y pequeñas flores blancas llovían sobre nuestras cabezas, ella desapareció, noté en mi boca un beso de despedida, en forma de último sorbo.
Sobre la mesa olvidó, como recuerdos, partes de su vestido, y dentro de cada uno depositó la llama de su esencia, y yo aún la mantengo viva, esperando volver a verla, alguna vez mas en mi vida.

No hay comentarios: