martes, abril 03, 2007

Restaurante El Mirador, Hotel Maisonnave, Pamplona


Y seguimos con las buenas costumbres. Anímate. Si quieres también tú puedes hacerlo. Unas almas caritativas, aprovechando el lluvioso Domingo de Ramos me han invitado a comer en el precioso y estratégicamente ubicado restaurante El Mirador del Hotel Maisonnave, en Pamplona.
Antes parada obligada en la Catedral de la capital Navarra y presencia en la tradicional Bendición de las Palmas, primer día de la Semana Santa, y preludio de la Pasión de Cristo.
A la salida y para guarecernos del fuerte chaparrón, pasamos por el bar Monasterio en la calle Espoz y Mina 11. Unos buenos fritos de huevo, pimiento y croqueta, tradicionales de la casa sirven de aperitivo y primer esquinazo al bullicio teledirigido que nada por las arterias del Casco Antiguo pamplonés.
La calle Estafeta y el Bodegón Sarría también son honrados con nuestra presencia, educada e infantil. El pincho llamado Escombro (capricho de escombro) pasa a formar parte de nuestra maquinaria fisiológica y abandonamos el local dirección Plaza del Ayuntamiento. El agua y la muchedumbre pisa nuestros talones, pero ponemos adoquines de por medio y una charanga cubre nuestra retirada buscando grata compañía y tranquilidad.
Por la calle Nueva ni un gato, ni rastro de decibelios, parece que alguien cierra una puerta a nuestras espaldas y nos aísla mientras nos acercamos al número 20, al hotel.
Ascendemos hasta la planta sexta y tomamos asiento en una larga mesa situada en uno de los salones del restaurante. Rodeado de ventanales, las vistas, entre otros, del monte San Cristóbal, de la Torre de San Cernin, de la Catedral y de los tejados de la parte vieja, aderezan la comida rodeándola de un halo de historia y de una luminosidad que a pesar del encapotado día nos proporciona paz y una predisposición a disfrutar del menú elegido y de la compañía.
Por 22€ mas IVA, una ensalada templada de vieiras a la vinagreta de crustáceos, unos pimientos rellenos de brandada de bacalao, una suprema de merluza en salsa fina de setas y gambas, un abanico de magret de pato en salsa de hongo beltza y de postre, una tarta artesana. Un vino mas que correcto, Ochoa tempranillo y garnacha de 2005, y por último, café. Para los más pequeños, también, un menú especial muy agradecido. Para cada uno, un buen plato de jamón, fritos variados, chuletillas de cordero con patatas- o costillas, vale- y un original postre de helado. Bebidas a demanda. No se puede pedir más.
Además nos regalan tiempo para la sobremesa, para la charla pausada y para apuntalar los cimientos de la amistad, que a estas alturas de siglo parece que no está de moda en otros restaurantes. ¡Venga majos que tengo que recoger!
La Guarda de Navarra recomienda este restaurante por muchos aspectos, de los que destaca su relación calidad precio, su amplitud y privacidad para grandes reuniones familiares, su inmejorable espectáculo panorámico y la experimentada atención de sus profesionales.
Ah, y se me olvidaba, organizan unas cenas maridaje para tener en cuenta, pues unir cocina y vino en un marco tan pamplonés debe poner a los PTVs enófilos los pelos como escarpias.
¿Quién me lleva al siguiente?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo no te llevo al siguiente, pero te agradezco la indicación porque hay veces que no sé dónde ir a comer en Pamplona con relación calidad/precio aceptable. Y parece que éste es un buen sitio. Gracias.

La Guarda de Navarra dijo...

Que le voy a hacer, seguiré buscando. Pronto aparecerá. A ti te agradezco la visita y el comentario.
Saludicos.