viernes, enero 06, 2006

Noche de Reyes, Vino de Reyes


Es 5 de enero, Noche de Reyes, noche de ilusiones. Espero que al despertar los Magos de Oriente hayan dejado, bajo el árbol navideño, el regalo que les pedí por escrito. Ya habrán recibido la carta, se la entregué al Cartero Real no hace muchas fechas.
Les he pedido una botella de vino. El mensajero quedó extrañado con la petición. Incluso se permitió el lujo de aconsejarme alguna vinoteca de prestigio donde comprarlo. Me dijo:”Sus Majestades están muy ocupados estos días para atender demandas tan sencillas, eso se lo pides a Papa Noel”. Sus labios esbozaron una sonrisa que hubiera sido carcajada, si no llegan a estar junto a él otras personas con idénticas solicitudes.
Esto es lo que escribí, como último recurso y demostrando plena confianza en ellos.

Queridos Reyes Magos:
Son muchos los años de búsqueda, estoy perdiendo la poca esperanza que me queda y las fuerzas empiezan a fallarme. He recorrido el mundo buscándolo y no lo puedo encontrar.
Sus Majestades vienen de Oriente, la sabiduría es vuestra principal virtud, y, al igual que la estrella os dirigió hacia el lugar del Nacimiento de un nuevo Rey, yo os pido ayuda para que me llevéis hasta él, hasta el vino que jamás nadie haya probado y que será, para mí, símbolo de eternidad y descanso espiritual.
Procederá de un pueblo donde la paz y el silencio sólo sean perturbados por el viento, cuyas calles huelan a vino y cuyas entrañas sean lugar de reposo y calma para la crianza.
Pueblo emergente, un buque varado, de donde se divise un mar de cepas y donde el cielo sea testigo, y espejo, del color de las rizadas aguas de las hojas de vid. Donde la historia se refleje en sus piedras y donde sus muros sean defensa de pasadas batallas.
Como Herodes, no con su fin, os pido que me llevéis a ese lugar. La estrella os guiará y se posará donde descansa.
Busco la elegancia, el color, la dulzura. Necesito que su nariz llene con intensidad mi espacio vital y que los recuerdos a frutas rojas, especias y aromas balsámicos se encuentren perfectamente ensamblados con una madera fina y delicada. Terciopelo y potencia figuren en su boca, acompañando a unos taninos amables y domados, gracias a una sabia elección personal y temporal. Un vino cuya finura y complejidad perdure en mi, después del paso fugaz por la boca.
En resumen, busco el vino elegante, de origen humilde pero ambicioso. El Mesías de los vinos, el vino prometido, el que tanto tiempo llevo esperando. Vino con el que todas mis expectativas queden cumplidas.
Os agradezco de corazón el esfuerzo y ruego hagáis realidad mi sueño.


(Al día siguiente, 6 de enero)
Me levanto, noto los latidos de mi corazón con un ritmo atípico, tanteo el suelo y me calzo las zapatillas, abro la puerta, ligeramente entornada, y accedo a la penumbra del pasillo. Al fondo, el día entra por el ventanal del salón. Veo una caja de madera alargada, parece un estuche, ¡y tamaño mágnum!. Se inclina ligeramente junto a otros regalos, dejándome ver unas letras grabadas con fuego. La vista aun no la tengo acomodada a tanta intensidad lumínica, pero mientras me acerco, empiezo a intuir la etiqueta. Parece una estrella que nos indica la dirección correcta de nuestra vida, la dirección que nunca debemos perder.
Amagando una reverencia, me agacho para cogerlo. Lo han encontrado, pienso incesantemente, mientras leo su nombre y procedencia.
“Pujanza Norte, embotellado por Bodegas y Viñedos Pujanza, Laguardia, España”.
Noto el fluir de la sangre por mis sienes, la vista se desenfoca, busco apoyo en la pared. La confianza en los tres Magos ha colmado mis esperanzas. Hoy, después de muchos años, vuelvo a creer. Sé que todas las ilusiones y sueños se pueden hacer realidad, si se desean con el corazón. Todo lo que buscamos se encuentra mas cerca de lo que pensamos, hay que seguir la estrella y nunca perder el Norte.

Ya estoy deseando descorcharlo y compartirlo, llamaré a mis amigos y familia. Pronto buscaré una fecha, no aguanto mas, toda una vida tras él y ya es mío.
Sobre el parquet, una nota de sus majestades:“Guardar durante los próximos ocho o diez años. Firmado: Melchor, Gaspar y Baltasar”.

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