viernes, septiembre 08, 2006

Cuerpo a cuerpo


Por mucho que se empeñen Elle Macpherson y Heidi Klum, para “CUERPO” el del vino. Ambas tienen motivos más que suficientes para pretender ese apelativo, pero que se dejen de sandeces, no vayan a descuidarse y nos dejen de alegrar la vista, por cierto, algo que también se logra con el vino.
Puestos a elegir, yo ya se que con cual de los cuerpos me quedo... Pues eso.
Se dice que tiene cuerpo, el vino cargado de taninos, untuoso, estructurado, alcohólico y carnoso.
Si nos imaginamos el vino como algo sólido veremos que tiene una estructura o andamiaje, que tiene elementos que unen y amarran esos andamios y que tiene componentes que rellenan esos espacios internos, dando consistencia. Todo el conjunto equilibrado compondrá un vino agradable y bien constituido.
La estructura es el armazón del vino. La dan los taninos y las sustancias amargas o astringentes. Un vino que tiene buena estructura es un vino con cuerpo, buena acidez y sabroso, con potencia y equilibrio. De sabores potentes y compensados.
Un vino muy estructurado pero mal “rellenado y atado” resultará ligero, delgado, deslavado, punzante, acido y amargo.
Por eso hay que cohesionar la estructura para que no resulte agresiva al paladar. Hay que unir y suavizar esas aristas o sensaciones punzantes, acidas, amargas o astringentes. Es donde encontramos a los sabores en concentración e intensidad, alcoholes, azucares y glicerina (físicamente patas o lagrimas) que aportan suavidad y sensación de untuosidad a los vinos.
Será el relleno el que dé carnosidad al vino, volumen, grasa.
Tendremos vinos untuosos, con cuerpo, sedosos, aterciopelados, densos, descarnados, flojos, fuertes, glicéricos, huecos, ligeros, llenos, redondos, robustos, sabrosos, sosos, mordientes, grasos y gordos.
Para apuntalar los andamios hacen falta otros componentes ácidos, minerales y taninos que nos harán hablar del nervio o el carácter de un vino. La potencia, bien entendida.
La acidez aporta al vino frescura, vigor y fuerza.
El vino, por tanto, necesita de un equilibrio para resultar agradable al paladar y a la boca.
Todo debe estar en su punto exacto, nada debe de destacar por exceso ni por defecto.
Un vino con mucha estructura y poca carnosidad nos resultara agresivo. Uno con mucha acidez nos parecerá nervioso. Uno muy untuoso pero falto de acidez, nos resultara empalagoso.
Todo esto, a grandes rasgos, lo aporta la tierra, la uva, el clima, la elaboración, la crianza y la evolución en botella. Del proceso de la vid hasta la vendimia, de la mano del bodeguero-creador y de un tiempo adecuado de envejecimiento depende que el vino crezca y se desarrolle sano y equilibrado, compensando todos sus componentes para que al beberlo se pueda disfrutar y no sufrir, como ocurre con alguno de los vinos que están en el mercado.

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